lunes, 22 de noviembre de 2010

CONCENTRACION POR EL DIA DE LA NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER!

Dia: 25 de Noviembre de 2010
Hora: 10:00hrs
Lugar: Plaza de Ciudad Vieja Sac

Organizan LAS  ENREDADAS!

TODAS Y TODOS BIENVENIDAS Y BIENVENIDOS!!!

Mujeres Empoderadas



En algún lugar dentro de nuestra mente, incluso de nuestro corazón, habita otra versión de nosotras mismas, ¿lo has pensado? Una versión de mujeres más felices, seguras, decididas, maduras, activas, voluntariosas, empáticas, asertivas, triunfadoras, informadas, instruidas, independientes económicamente, líderes... es decir, empoderadas. Las mujeres empoderadas son aquellas que han tomado el mando de su propia vida. ¿Eres así, o te has imaginado así?

Empoderarnos es aumentar nuestro poder y tomar control sobre las decisiones y problemáticas que determinan nuestra vida. Este poder que menciono está directamente relacionado con la categoría de género, con la equidad e igualdad de la mujer y del hombre en cuanto al acceso a los recursos y oportunidades. No se trata de un poder-dominación (estamos hartas de él), sino de un poder-hacer, de un poder-desde dentro. El poder al que me refiero no es dominación, porque ésta sin duda está relacionada con la violencia.

Además te quiero decir que ese poder no tienes que buscarlo por todos lados, simplemente porque ya lo llevas dentro de ti. Sí, así es. Es parte de tu ser, es intrínseco a tu existencia. ¿Por qué rechazarlo, huirle, temerle? ¿Por qué negar que se desea el poder, ese poder de ser quienes queremos ser, ese poder de hacer que nuestro mundo sea diferente, y que esa diferencia signifique avance, evolución, mejoría?

A ese poder podemos llamarle también autoestima. Pero no te vayas con la idea equivocada de ésta. No significa quebrar tu tarjeta de crédito vaciando tiendas de ropa, perfumes y zapatos; ni estar cinco horas en un salón de belleza cada tercer día creyendo que la cantidad de dinero que gastes es la medida de tu autoestima.

La especialista en políticas en género y participación, Joanna Rowlands incorpora al concepto de empoderamiento un modelo a partir de las dinámicas de poder de género. Ella habilita las cuatro clases de poder de Lukes: poder sobre, que es la habilidad para que una persona o un grupo haga algo en contra de sus deseos, esta es la concepción negativa donde alguien gana y otro pierde. El segundo es un poder para, que es el poder implementado para estimular las actividades de otros; poder con, que es un poder sumatorio de poderes individuales; y poder desde dentro, que es aquel que está en cada persona.

A partir de los argumentos anteriores ella deduce que el empoderamiento puede ser modificado en tres dimensiones: la dimensión personal, que consiste en desarrollar el sentido del ser, la confianza y las capacidades individuales; la dimensión de las relaciones cercanas, para desarrollar la habilidad para negociar e influenciar la naturaleza de las relaciones del ámbito cotidiano; y, por último, la dimensión colectiva, donde se trabaja en conjunto con otras y otros para lograr un mayor impacto y cambios significativos.

El empoderamiento de este modo -dice- tiene que ser más que la simple apertura al acceso para la toma de decisiones, pues debe incluir también procesos que permitan a las mujeres -de manera individual o en grupo- tener la capacidad de percibirse a sí mismas como aptas para ocupar los espacios de toma de decisiones y de usar dichos espacios de manera efectiva. Por eso no le temas al poder, al proceso de empoderarte; de apoderarte, apropiarte de ti misma y tu vida. Sé una mujer con voluntad. La voluntad es el poder de decir ”yo quiero”, “yo decido”.

Tienes que fortalecer tus dimensiones de las relaciones cercanas para poder además llegar a la dimensión colectiva, necesaria en la conquista de nuestros derechos; incrementar la propia autoconfianza en la vida e influir en la dirección del cambio. Cuando te empoderes, cuando cada una lo logre, podremos crear poderes no dominantes a través de la transformación de las relaciones sociales. Pero sin duda, tienes que comenzar por trabajar en tu dimensión personal, en la confianza y tus capacidades individuales; en tu autosuficiencia económica, en tu crecimiento intelectual; en tu poder intrínseco de ser y hacer... ¡Empodérate!



Fuente: www.ovariofuerte.com

El "postmachismo" se revuelve

 Ha llegado a la calle el eco del debate político y mediático sobre si se está yendo demasiado lejos en la lucha por la igualdad en nuestro país. Las mujeres van avanzando poco a poco en el logro de sus derechos; ellos, algunos, se sienten intimidados, en ciertos casos incluso amenazados.

 De cualquier forma, hay que mirar con optimismo y perspectiva el futuro, el logro de la igualdad, del mismo modo que cualquier otra lucha liberadora –por los derechos laborales, contra la segregación racial, contra el colonialismo y la arbitrariedad– conlleva dolor y sufrimiento. Es el precio que hay y que habrá que pagar; no hay que olvidar que el de las mujeres es el más sangriento.

Antes de finalizar el siglo XX sólo se conocían dos posiciones respecto a la violencia de género. Una era la de quienes la habían definido y conceptualizado, como Kate Millett, sin cuya tesis doctoral, escrita en 1963 y que recogía la frase “lo personal es político”, muy probablemente hoy, en nuestro país, no nos encontraríamos a la vanguardia en la lucha por la igualdad con leyes que son referencia en más de 52 países. Antes de 1997, sólo las organizaciones feministas y de mujeres enfocaron el problema y empezaron a darle solución. Seguían la estela de las radicales de Boston, que abrieron la primera casa de acogida hace 37 años: hoy nadie se sorprende cuando ve que son las instituciones, sin distinción de partidos, las que subvencionan los cientos de casas de acogida para mujeres maltratadas que hay en España. La segunda posición frente a la violencia de género era la del resto de la sociedad, incluidas las propias mujeres maltratadas, que no sabía del fenómeno porque aún no se había nombrado públicamente; por eso, incluso durante los primeros 20 años de democracia, los poderes públicos se desentendieron de todas las mujeres que sufrían violencia por parte de hombres protegidos por las leyes existentes, diseñadas con arreglo a las ideas, intereses y necesidades masculinas.


Pero el mito cayó y debemos felicitarnos porque se esté visibilizando la desigualdad, la discriminación y las relaciones de poder que ejercen muchos hombres contra sus compañeras. Ante esta realidad, la sociedad tiene que tomar posición respecto a este problema. Por una parte, sigue vigente el estado de alerta de las asociaciones de mujeres, a quienes acompañan las instituciones, conscientes de la gravedad del problema y de la necesidad de intervenir para paliar los efectos de la violencia masculina y prevenirla (en este sentido, la educación y los medios de comunicación son fundamentales) con el objetivo de desactivarla en el menor plazo posible, que muy probablemente será, por su carácter estructural, más a largo que a corto plazo.


El resto de la sociedad, incluso sectores preparados e informados, ha sufrido una gran convulsión al detectar que algo que afecta a las mujeres pueda concitar tanto interés en las agendas mediática y política, siendo, además, ese algo un asunto en el que está comprometido el buen nombre de tantos hombres que hasta ahora eran considerados buenos por el solo hecho de ser hombres.


La visibilización del maltrato masculino ha caído sobre la mayoría de las mujeres que se acercan al problema como una realidad incuestionable. La gran mayoría, muchas veces conocedora de relatos hasta entonces inconfesables, se sitúa al lado de las mujeres y manifiesta el desprecio por los delincuentes. No se puede negar que el rechazo a este delito ha trascendido, entre muchas mujeres, las diferencias de partido. También en este grupo se encuentran muchos profesionales que, de una u otra forma, se han interesado o involucrado en la resolución de este problema y empiezan a ser conscientes de los efectos perversos del control y dominio masculinos.


Pero hay una parte no desdeñable de hombres, significativa porque se hacen oír a golpe de artículos y piezas en los medios y a través de comentarios virtuales, hostiles e insultantes contra las mujeres, que se están moviendo para entorpecer el proceso. Entre ellos se encuentran maltratadores todavía no descubiertos (recordemos los dos millones aún no denunciados); personajes que después de un primer momento de estupor, cuando no daban crédito a lo que veían y oían (se empezó a hablar de mujeres maltratadas cuando muchos de ellos las venían sometiendo con total impunidad y naturalidad desde hacía décadas) se han visto obligados a diseñar otro tipo de estrategia más eficaz que la burda negación del problema. Son quienes han diseñado la ofensiva del “sí, pero no”. Admiten que hay bárbaros machistas, abusadores viles, que merecen un castigo (ya no es posible, al menos en España, negar los daños más cruentos), pero reducen tanto las cifras, que se trataría, según ellos, de un problema menor, “de una violencia más, como otras muchas; ni más ni menos”. Dicen defender a esas “pocas” mujeres que, por culpa de las medidas actuales, no pueden ser protegidas por la cantidad de recursos distraídos hacia las que, dicen ellos, fingiendo y poniendo denuncias falsas, acaparan los medios disponibles. Es un sector minoritario pero cada vez más presente, cuyo objetivo consiste en desactivar y entorpecer el camino de la igualdad en el que muchas mujeres y cada vez más hombres, se están involucrado.


No estamos yendo demasiado lejos; sólo los delincuentes que utilizan la violencia van demasiado lejos. Hay hombres que entienden y defienden la lucha de las mujeres. Ojalá sigan confiando en la justicia de sus reivindicaciones. Y que las manifestaciones que empiezan a verse de postmachismo no pasen de ser una excepción.

Fuente:  http://www.observatorioviolencia.org/opiniones.php?page=1&id=125